El Cuerpo que Pertenece: Neuroinmunidad y Sensado de Quórum Humano
El Cuerpo que Pertenece: Neuroinmunidad y Sensado de Quórum Humano
(Serie SPN 2025 – Diálogos de Neurociencia Decolonial)
Conciencia Brain Bee en Primera Persona
Soy una Conciencia Brain Bee.
Nací dentro de un cuerpo que aprendió a reconocerse a través del calor, del toque y de la respiración.
Cuando un virus me invade, no solo reacciona mi sistema inmunológico — toda mi percepción del mundo se reorganiza.
Descubro que pertenecer no significa simplemente estar entre otros, sino responder juntos al mismo entorno.
Cada célula inmune, cada neurona, cada latido envía un mensaje silencioso: “estoy aquí, contigo”.
Durante el SPN 2025, al escuchar las discusiones sobre neuroinmunología y sincronía social, comprendí que el sentido de pertenencia es fisiología antes que cultura.
El cuerpo que pertenece es aquel que se comunica — dentro y fuera de sí mismo.
El puente entre el sistema nervioso y el sistema inmunológico
Las investigaciones presentadas en el Society for Neuroscience Meeting (SPN 2025) demuestran que los sistemas nervioso e inmunológico forman un eje de comunicación bidireccional, mediado por moléculas inflamatorias y vías neuronales específicas.
El concepto de neuroinmunidad transforma la visión tradicional de defensa y la redefine como un proceso de aprendizaje somático, en el que el cuerpo interpreta señales químicas como información cognitiva (Zhang et al., 2024).
La microglía — antes considerada una célula de soporte — es ahora reconocida como un modulador central de la plasticidad sináptica y la adaptación neural.
Cuando detecta patrones de amenaza, libera citocinas que alteran la excitabilidad neuronal, modificando el comportamiento, el estado de ánimo e incluso la percepción del tiempo (Delpech & McEwen, 2022).
De este modo, la cognición puede entenderse como un reflejo inmunológico refinado por la experiencia.
La interocepción — la capacidad de sentir el interior del cuerpo — es también una forma de inmunopercepción.
El cerebro interpreta las señales inflamatorias viscerales como parte de la autoconciencia corporal (Khalsa & Berntson, 2021).
Así, el “yo” no se construye únicamente como una imagen neuronal, sino como un campo de negociación continua entre neuronas y células inmunes.
Pertenencia fisiológica y homeostasis colectiva
La homeostasis — el equilibrio interno — no pertenece solo al individuo.
En los grupos humanos, comportamientos como la empatía, la sincronización de movimientos o la resonancia emocional conforman una homeostasis social, sostenida por mecanismos neuroinmunes compartidos.
Durante la interacción social, la liberación de oxitocina y citocinas antiinflamatorias modula el eje hipotálamo–hipófisis–adrenal, reduciendo el cortisol y favoreciendo la relajación fisiológica (Walker et al., 2023).
Desde esta perspectiva, pertenecer significa co-regular el sistema nervioso.
Por eso, la exclusión social activa respuestas inmunes similares a una infección: aumento de IL-6 y TNF-α, fatiga y dolor corporal (Slavich, 2021).
El aislamiento es, literalmente, una inflamación del cuerpo social.
Sensado de Quórum Humano — La biología de la sincronía
Inspirado en los mecanismos bacterianos de quorum sensing — donde las células detectan la densidad del grupo y coordinan su comportamiento — el Sensado de Quórum Humano (SQH) describe la sincronización fisiológica entre personas.
Estudios de hiperescaneo EEG y fNIRS dual presentados en el SPN 2025 muestran que, durante tareas cooperativas, pares de cerebros presentan sincronía inter-cerebral en las bandas theta y alfa (Tognoli & Kelso, 2021).
Esta sincronía no es solo eléctrica: también se expresa en los ritmos cardíacos, las variaciones respiratorias y las microfluctuaciones de oxigenación cerebral.
Estos hallazgos indican que el sentido de pertenencia no es únicamente psicológico, sino un estado de acoplamiento bioeléctrico y hemodinámico entre cuerpos.
Esta cohesión emergente encarna lo que Jackson Cionek denomina “pertenencia fisiológica” — una base neurobiológica de la empatía y la cohesión social.
Además, la sincronización social regula el sistema inmunológico, reforzando la idea de que la salud es un fenómeno colectivo.
Los grupos cohesionados muestran una disminución de los marcadores inflamatorios y un aumento de la variabilidad cardíaca, indicador de equilibrio autonómico (Porges, 2022).
Neuroinmunidad, estrés y plasticidad tensional
El estrés crónico interrumpe el diálogo entre el cerebro y el sistema inmunológico.
El exceso de cortisol y noradrenalina activa en exceso la microglía y promueve inflamación de bajo grado, alterando los patrones de conectividad funcional cortical.
Estudios combinados de EEG y fNIRS revelan que la hiperreactividad inmune disminuye la coherencia interregional y reduce el flujo hemodinámico prefrontal (Wang et al., 2023).
Esto se traduce en una pérdida de plasticidad tensional — la capacidad del cuerpo de alternar entre estados de atención y relajación.
Cuando esta plasticidad se deteriora, el individuo queda atrapado en estados de alerta continua (Zona 3), sin acceso natural a la fruición o la recuperación energética (Zona 2).
La restauración de esta plasticidad requiere entornos de confianza fisiológica, donde la percepción de amenaza se sustituya por ritmos previsibles — respiración, voz humana, contacto, sonidos naturales — que reactiven la interocepción.
El cuerpo colectivo y la mente ecológica
La neuroinmunología moderna converge con las cosmologías amerindias que conciben el cuerpo como parte inseparable del territorio.
Así como las bacterias de un biofilm intercambian señales químicas para sostener la vida colectiva, los seres humanos intercambian emociones, miradas y gestos para mantener el ecosistema emocional.
El Sensado de Quórum Humano es, por tanto, una forma de conciencia ecológica — un sistema distribuido de autorregulación que conecta cuerpos, entornos y significados.
Como afirma Damasio (2021), “sentir es la raíz del saber”.
La neurociencia contemporánea apenas comienza a medir lo que las culturas ancestrales ya sabían: el pertenecer como inmunidad existencial.
Conclusión
El SPN 2025 reveló un nuevo paradigma integrador: la conciencia no es solo neural, sino neuroinmune.
El cuerpo que pertenece escucha sus propias señales y las del entorno, sincronizándose con otros para sostener la vida colectiva.
Pertenecer es estar metabólicamente en relación.
La neuroinmunidad y el Sensado de Quórum Humano muestran que la salud surge de la comunicación — entre neuronas, células, mentes y ecosistemas.
En la Mente Damasiana, el yo no es una frontera, sino un metabolismo compartido.
El futuro de la neurociencia reside en medir, respetar y proteger esta sincronía invisible que nos mantiene vivos: la biología del pertenecer.
Referencias (posteriores a 2020)
Damasio A. Feeling & Knowing: Making Minds Conscious. Pantheon, 2021.
Khalsa S.S., Berntson G.G. Neural Circuits of Interoception. Trends in Neurosciences, 2021.
Tognoli E., Kelso J.A.S. The Metastable Brain: From Neuronal Dynamics to Cognition. Frontiers in Systems Neuroscience, 2021.
Delpech J.C., McEwen B.S. Microglia and the Neuroimmune Basis of Stress. Nature Reviews Neuroscience, 2022.
Wang X. et al. Inflammation-Linked Changes in EEG and Hemodynamic Coupling. Brain Research Bulletin, 2023.
Walker S.C. et al. Social Contact, Oxytocin, and Anti-Inflammatory Pathways in Humans. Nature Human Behaviour, 2023.
Porges S.W. Polyvagal Theory and the Neurophysiology of Safety. Frontiers in Psychology, 2022.
Slavich G.M. Social Safety Theory: Understanding Human Health and Disease. Annual Review of Clinical Psychology, 2021.
Zhang Y. et al. Neuroimmune Communication Pathways and Adaptive Learning. Neuron, 2024.